Title: Dos caramelos'
1Dos caramelos.
2Julián Rivera, el portero suplente de los fines
de semana en mi casa, se nos fue ayer golpeado
por la puerta cuando acudía a su trabajo. Y hubo
en todo el vecindario ese aire gélido que parece
que sopla cuando la muerte nos roza con su ala.
Porque a Julián le queríamos todos. Estaba
siempre allí, pequeño como era, sentadito en su
rincón, repartiendo sonrisas y saludos, dispuesto
siempre a ayudar en todo lo que hiciera falta.
Parecía la imagen de la felicidad. Y no es que la
vida hubiera sido fácil para él. Estaba
desempleado por el cierre de la empresa donde
trabajó tantos años y ahora sobrevivía con lo que
ganaba con ayudar en nuestra casa cubriendo la
portería los fines de semana. Pero él sonreía
siempre y siempre hablaba bien de todo el mundo y
especialmente de su mujer y de sus hijos a
quienes adoraba. Era eso lo que llamamos un
hombre bueno. Uno de esos hombres buenos gracias
a los cuales el mundo es todavía habitable.
3Los niños de la casa han perdido especialmente
una especie de abuelo suplente. Y lo ha perdido
especialmente Alfonsito, mi vecino, que a Julián
le recordaba uno de sus hijos muerto hace ahora
veintiocho años y tres días, como él me dijo un
día con exactitud matemática, que me hizo pensar
qué honda estaba en él todavía la herida de
aquella muerte. Por eso, cada domingo, cuando
Alfonsito llegaba por la tarde, sabía que en el
casillero de su buzón habría siempre un diminuto
regalo de Julián dos caramelos, una pastilla de
chocolate o un trozo de turrón envuelto
cuidadosamente en el papel de plata. Y ese regalo
semanal era tan sagrado para el niño como para
Julián. En la mañana del domingo, al salir para
ese trabajo al que ya nunca llegaría, nuestro
portero se metió en el bolsillo los dos caramelos
que, por la noche, serían la sorpresa del
pequeño.
4Pero anoche el buzón estuvo por primera vez
vacío. Porque los dos caramelos se fueron en el
bolsillo de Julián que con ellos, ha sido
enterrado hace unas horas. Yo me imagino que
ayer, cuando Julián se encontrase con Dios y éste
le preguntase qué has hecho en tu vida?, sacaría
nuestro portero del bolsillo esos dos caramelos y
le diría a Dios He querido a la gente. Y esos
dos caramelos serían para Dios tan sagrados como
las dos monedas de la viuda del Evangelio es
decir, más valiosos que todo el oro del mundo.
5José Luis Martín Descalzo. Razones para
Vivir Cuaderno de Apuntes IV.