Title: FINES DEL MATRIMONIO, 1
1FINES DEL MATRIMONIO, 1
MFa 27 de 107
La expresión fines del matrimonio no indica
cualquier finalidad que pudieran proponerse una
mujer y un varón que deciden unir o compartir sus
vidas, sino aquellas a las que está ordenada la
unión marital por su propia naturaleza.
El consorcio de toda la vida que establecen los
cónyuges por la alianza matrimonial está
ordenado por su propia índole natural al bien de
los cónyuges y a la generación y educación de la
prole (CIC 1055, 1), fines que se dan
íntimamente relacionados y coor- dinados entre
sí, sin que sea posible separarlos.
2FINES DEL MATRIMONIO, 2
MFa 28 de 107
No habría plena entrega y aceptación mutua en la
dimensión conyugal si se excluye al otro como
consorte (aquel a quien está unida la pro- pia
suerte, y a quien se debe en justicia el
amor conyugal), o si se le rechaza en su
potencial paternidad o maternidad, que son
dimensión natural primaria de la
complementariedad sexual.
La dimensión natural esencial del matrimonio
implica por exigen- cia intrínseca la fidelidad,
la indisolubilidad, la paternidad y maternidad
potenciales, como bienes que integran una
relación de justicia (Juan Pablo II, Discurso a
la Rota Romana, 2001, 7).
3FINES DEL MATRIMONIO, 3
MFa 29 de 107
Juan Pablo II aclaró que, aunque la
Constitución Gaudium et spes y la Encíclica
Humanae Vitae, de Pablo VI, no utilicen la
terminología tradicional (fin primario-fin
secundario), sin embargo, tratan de aquello
mismo a lo que se refieren las expresio- nes
tradicionales (Juan Pablo II, Alocución, 10.X.198
4, 3).
La generación y educación de los hijos sólo se
realiza de modo ple- namente personal integrada
en el bien de los cónyuges y éste no se obtiene
auténticamente si se prescinde de su ordenación
objeti- va a la generación y educación de los
hijos. Ambos fines tienen consistencia y dignidad
propias, y nunca pueden separarse.
4FINES DEL MATRIMONIO, 4
MFa 30 de 107
La ordenación a los fines naturales del
matrimonio el bien de los esposos y la
generación y educación de la prole- está
intrínseca- mente presente en la masculinidad y
en la feminidad (...). El ma- trimonio y la
familia son inseparables, porque la masculinidad
y la feminidad de las personas casadas están
constitutivamente abiertas al don de los hijos.
Sin esta apertura ni siquiera podría existir
un bien de los esposos digno de este nombre
(Juan Pablo II, Discurso a la Rota Romana 2001,
5).
Para contraer matrimonio válidamente no se
requiere la obtención efectiva de los fines (que
sólo se puede dar después de estar ya ca- sados),
sino que los contrayentes no excluyan
positivamente, con un acto de voluntad, ninguno
de ellos al prestar el consentimiento, es decir,
que quieran contraer verdadero matrimonio
aceptando su intrínseca ordenación natural.
5FINES DEL MATRIMONIO, 5
MFa 31 de 107
El amor no es sólo, ni principalmente, algo
pasivo, padecido (mal de amores). Es
fundamentalmente obra de la voluntad libre
la persona no es sólo víctima, sino sobre todo
protagonista de su amor (y de su desamor). Por
eso no sólo no hay contradicción entre deber y
amor, sino que el amor, al madurar, busca
transformarse en deber, como manera humana de
obligarse a durar para siempre.
Del deseo ser tu esposo o tu esposa porque te
quiero se pasa al te quiero, y te querré
siempre, porque eres mi esposo o mi esposa.
6FINES DEL MATRIMONIO, 6
MFa 32 de 107
Las obras del amor deben provenir lo más
inmediatamente posi- ble del amor mismo, antes
que del mero sentido del deber. Una vez iniciada
la vida conyugal, el amor debe ser el motor de
los actos y conductas de los esposos en los
acontecimientos coti- dianos.
La criatura puede por fragilidad- no poner en
práctica las obras debidas. La grandeza del amor
conyugal reside en que, con la ayuda de Dios, los
esposos pueden hacerlo realidad. Los esposos
pue- den fallar, si bien este hecho no
destruye la unión conyugal y por eso pueden
res- taurar el amor que su debilidad deterioró.