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Presentaci

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Title: Presentaci n de PowerPoint Author: Loreto Sepulveda Delgado Last modified by: Loreto Sepulveda Delgado Created Date: 12/12/2003 2:51:45 AM – PowerPoint PPT presentation

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Transcript and Presenter's Notes

Title: Presentaci


1
Gabriela Mistral
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  ANIVERSARIO Todavía, Miguel, me valen, como
al que fue saqueado, el voleo de tus voces, las
saetas de tus pasos y unos cabellos quedados,
por lo que reste de tiempo y albee de
eternidades.   Todavía siento extrañeza de no
apartar tus naranjas ni comer tu pan sobrado y
de abrir y de cerrar por mano mía tu casa.   Me
asombra el que, contra el logro de Muerte y de
matadores, sigas quedado y erguido, caña o junco
no cascado y que, llamado con voz o con silencio,
me acudas.   Todavía no me vuelven marcha mía,
cuerpo mío.
3
Todavía estoy contigo parada y fija en tu
trance, detenidos como en puente, sin decidirte
tú a seguir, y yo negada a devolverme.   Todavía
somos el Tiempo, pero probamos ya el sorbo
primero, y damos el paso adelantado y medroso.
Y una luz llega anticipada de La Mayor que da
la mano, y convida, y toma, y lleva.   Todavía
como en esa mañana de techo herido y de muros
humeantes seguirnos, mano a la mano, escarnecidos,
robados, y los dos rectos e íntegros.   Sin
saber tú que vas yéndote, sin saber yo que te
sigo, dueños ya de claridades
y de abras inefables o resbalamos un campo que
no ataja con linderos ni con el término
aflige.   Y seguirnos, y seguimos, ni dormidos
ni despiertos, hacia la cita e ignorando que ya
somos arribados. Y del silencio perfecto, y de
que la carne falta, la llamada aún no se oye ni
el Llamador da su rostro.   Pero tal vez esto
sea ay! amor mío la dádiva del Rostro eterno y
sin gestos y del reino sin contorno!   (Del libro
Lagar)
4
BALADA DE MI NOMBRE   El nombre mío que
he perdido, dónde vive, dónde prospera? Nombre
de infancia, gota de leche, rama de mirto tan
ligera.   De no llevarme iba dichoso o de
llevar mi adolescencia y con él ya no camino
por campos y por praderas.   Llanto mío no
conoce y no la quemó mi salmuera cabellos
blancos no me ha visto, ni mi boca con acidia,
y no me habla si me encuentra.   Pero me
cuentan que camina por las quiebras de mi
montaña tarde a la tarde silencioso y sin mi
cuerpo y vuelto mi alma.   Lagar II (1991)
   
5
CANCIÓN AMARGA
 Ay! Juguemos, hijo mío, a la reina con el
rey!   Este verde campo es tuyo. De quién más
podría ser? Las oleadas de la alfalfa para ti
se han de mecer.   Este valle es todo tuyo. De
quién más podría ser? Para que los disfrutemos
los pomares se hacen miel.   (Ay! No es cierto
que tiritas como el Niño de Belén y que el seno
de tu madre se secó de padecer!)   El cordero
está espesando el vellón que he de tejer, y son
tuyas las majadas. De quién más podrían se
Y la leche del establo que en la ubre ha de
correr, y el manojo de las mieses de quién más
podrían ser?   (Ay! No es cierto que tiritas
como el Niño de Belén y que el seno de tu madre
se secó de padecer!)   Sí! Juguemos, hijo
mío, a la reina con el rey!   Ternura
6
DAME LA MANO ()   A Tasso de Silveira   Dame
la mano y danzaremos dame la mano y me amarás.
Como una sola flor seremos, como una flor, y
nada más...   El mismo verso cantaremos, al
mismo paso bailarás. Como una espiga
ondularemos, como una espiga, y nada más.   Te
llamas Rosa y yo Esperanza pero tu nombre
olvidarás, porque seremos una danza en la
colina y nada más... () Mi compañero el poeta
Tasso de Silveira me salvó una estrofa perdida de
esta Ronda, la única que tal vez importaba
cuidar, y que había sido suprimida por editor o
tipógrafo... (Nota de la autora)     Ternura
(1924) Rondas  
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DESOLACIÓN   La bruma espesa, eterna, para que
olvide dónde me ha arrojado la mar en su ola de
salmuera. La tierra a la que vine no tiene
primavera tiene su noche larga que cual madre me
esconde.   El viento hace a mi casa su ronda de
sollozos y de alarido, y quiebra, como un
cristal, mi grito. Y en la llanura blanca, de
horizonte infinito, miro morir inmensos ocasos
dolorosos.   A quién podrá llamar la que hasta
aquí ha venido si más lejos que ella sólo fueron
los muertos? Tan sólo ellos contemplan un mar
callado y yerto crecer entre sus brazos y los
brazos queridos!   Los barcos cuyas velas
blanquean en el puerto vienen de tierras donde
no están los que son míos sus hombres de ojos
claros no conocen mis ríos y traen frutos
pálidos, sin la luz de mis huertos.   Y la
interrogación que sube a mi garganta al mirarlos
pasar, me desciende, vencida hablan extrañas
lenguas y no la conmovida lengua que en tierras
de oro mi pobre madre canta.
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Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa
miro crecer la niebla como el agonizante, y por
no enloquecer no cuento los instantes, porque la
noche larga ahora tan sólo empieza.   Miro el
llano extasiado y recojo su duelo, que vine para
ver los paisajes mortales. La nieve es el
semblante que asoma a mis cristales siempre
será su albura bajando de los cielos!   Siempre
ella, silenciosa, como la gran mirada de Dios
sobre mí siempre su azahar sobre mi casa
siempre, como el destino que ni mengua ni pasa,
descenderá a cubrirme, terrible y
extasiada.   (Tomado del libro Desolación)
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BEBER

Recuerdo gestos de criaturas y eran gestos de
darme el agua.   En el Valle de Río Blanco, en
donde nace el Aconcagua, llegué a beber, salté a
beber en el fuete de una cascada, que caía
crinada y dura y se rompía yerta y blanca. Pegué
mi boca al hervidero, y me quemaba el agua
santa, y tres días sangró mi boca de aquel sorbo
del Aconcagua.   En el campo de Mitla, un día de
cigarras, de sol, de marcha,
me doblé a un pozo y vino un indio a sostenerme
sobre el agua, y mi cabeza, como un fruto,
estaba dentro de sus palmas. Bebía yo lo que
bebía, que era su cara con mi cara, y en un
relámpago yo supe carne de Mitla ser mi
casta.   En la Isla de Puerto Rico, a la siesta
de azul colmada, mi cuerno quieto, las olas
locas, y como cien madres las palmas, rompió una
niña por donaire junto a mi boca un coco de
agua, y yo bebí, como una hija,
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agua de madre, agua de palma. Y más dulzura no he
bebido con el cuerno ni con el alma.   A la casa
de mis niñeces mi madre me traía el agua. Entre
un sorbo y el otro sorbo la veía sobre la
jarra. La cabeza más se subía y la jarra más se
abajaba. Todavía yo tengo el valle, tengo mi
sed y su mirada. Será esto la eternidad que aún
estamos como estábamos.   Recuerdo gestos de
criaturas y eran gestos de darme el agua.  
Ternura
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DEVUE LTO
que en la noche no tengo hijo ni nada, madre
ciega de sombra, madre robada.   Hasta que el
sol bendito al fin lo baña me lo devuelve en
linda fruta mondada y me lo pone entero sobre
la falda!   Ternura (1924) La desvariadora  
A la cara de mi hijo que duerme, bajan arenas
de las dunas, flor de la caña y la espuma que
vuela de la cascada...   Y es sueño nada más
cuanto le baja sueño cae a su boca, sueño a
su espalda, y me roban su cuerpo junto con su
alma.   Y así lo van cubriendo con tanta maña,
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HIMNO AL ÁRBOL
 haz que revele mi presencia, en las praderas de
la vida, mi suave y cálida influencia de
criatura bendecida.   Árbol diez veces
productor el de la poma sonrosada, el del
madero constructor, el de la brisa perfumada,
el del follaje amparador  el de las gomas
suavizantes y las resinas milagrosas, pleno de
brazos agobiantes y de gargantas melodiosas
  hazme en el dar un opulento
Árbol hermano, que clavado por garfios pardos en
el suelo, la clara frente has elevado en una
intensa sed de cielo   hazme piadoso hacia la
escoria de cuyos limos me mantengo, sin que se
duerma la memoria del país azul de donde vengo.
Árbol que anuncias al viandante  la suavidad de
tu presencia con tu amplia sombra refrescante y
con el nimbo de tu esencia la suavidad de tu
presencia con tu amplia sombra refrescante y
con el nimbo de tu esencia
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para igualarte en lo fecundo, el corazón y el
pensamiento se me hagan vastos como el mundo!
  Y todas las actividades no lleguen nunca a
fatigarme las magnas prodigalidades salgan de
mí sin agotarme!   Árbol donde es tan sosegada
la pulsación del existir, y ves mis fuerzas la
agitada fiebre del mundo consumir   hazme
sereno, hazme sereno, de la viril serenidad
que dio a los mármoles helenos su soplo de
divinidad. Árbol que no eres otra cosa que
dulce entraña de mujer, pues cada rama mece
airosa en cada leve nido un ser   dame un
follaje vasto y denso, tanto como han de
precisar los que en el bosque humano, inmenso,
rama no hallaron para hogar.   Árbol que donde
quiera aliente tu cuerpo lleno de vigor,
levantarás eternamente el mismo gesto
amparador  
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haz que a través de todo estado niñez, vejez,
placer, dolor levante mi alma un invariado y
universal gesto de amor!     Ternura (1924)
Casi escolares  
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NIÑO SOLO
A Sara Hübner   Como escuchase un llanto, me
paré en el repecho y me acerqué a la puerta del
rancho del camino. Un niño de ojos dulces me
miró desde el lecho y una ternura inmensa me
embriagó como un vino!   La madre se tardó,
curvada en el barbecho el niño, al despertar,
buscó el pezón de rosa y rompió en llanto... Yo
lo estreché contra el pecho, y una canción de
cuna me subió, temblorosa.   Por la ventana
abierta la luna nos miraba. El niño ya dormía, y
la canción bañaba, como otro resplandor, mi pecho
enriquecido.   Y cuando la mujer, trémula, abrió
la puerta, me vería en el rostro tanta ventura
cierta que me dejó el infante en los brazos
dormido!   (Tomado del libro Desolación)
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PATAGONIA , LA LEJANA
A la Patagonia llaman sus hijos la Madre
Blanca. Dicen que Dios no la quiso por lo yerta y
lo lejana, y la noche que es su aurora y su grito
en la venteada por el grito de su viento, por su
hierba arrodillada y porque la puebla un río de
gentes aforesteradas.   Hablan demás los que
nunca tuvieron Madre tan blanca, y nunca la
verde Gea fue así de angélica y blanca ni así
de sustentadora
ni así de sustentadora y misteriosa y callada.
Qué Madre dulce te dieron, Patagonia, la
lejana! Sólo sabida del Padre Polo Sur, que te
declara, que te hizo, y que te mira de eterna y
mansa mirada.   Oye mentir a los tontos y suelta
tu carcajada. Yo me la viví y la llevo en
potencias y en mirada.   Cuenta, cuenta, mama
mía, es que era cosa tan rara?
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Cuéntala aunque sea yerta y del viento
castigada.   Te voy a contar su hierba que no se
cansa ni acaba, tendida como una madre de
cabellera soltada y ondulando silenciosa,
aunque llena de palabras. La brisa la regodea
y el loco viento la alza.   No hay niña como la
hierba en abajar bulto y hablas cuando va
llegando el puelche como gente amotinada, y
silba y grita y aúlla, vuelto solamente su alma.
Es una niña en el gajo y en el herbazal,
matriarca. Hierba, hierba, hierba sólo niña
hierba arrodillada, hierba que teme y suspira,
y que canta así postrada.   Pequeñita hierba
niña voz de niña balbuceada. Dulce y ancho es
su fervor y su voz es balbuceada.   El oscuro
cielo mira y oye a su hija arrodillada, ya no
son huertas sensuales, mimadas y cortesanas,
locas de color y olor y borrachas de palabras,
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ya sólo es Niña la Hierba, Ángel la Hierba,
nonada, una ondulación divina y su alma
balbuceada.   Niña la hierba, doncella la
hierba, corta palabra, dos turnos no más y el
mismo subir y ser abajada. Un solo y largo
temblor mientras cruza aquel que mata y el
viento loco que se alza y dobla por
bufonada.   Cánsese el viento, sosiegue el
cacique de las landas. Sienta su temblor de niña
y duérmase en la llanada.
Sólo hierba, sólo ella y su infinita
palabra.   Las mujeres le olvidaron la voz
pequeña y quedada, el siseo innumerable y la
sílaba quedada.   Hierba del aire querida, pero
hierba apenas siseada. Pase el viento, escape el
viento, quiero oír a la postrada.   La oveja le
dice Madre, el viento le dice Amada. Yo no te
quise doblar con dedos ni con guadaña.  
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Yo esperaba que callases, Arcángel de manos
alzadas, para escucharle el respiro de niña que
gime o canta.   Pasta la oveja infinita, de tu
grito atribulada y una cubro con mi cuerpo y
parezco, así, doblada, una mujer insensata que
ama a los dos, trascordada.   Todo lo quiere
arrasar el Holofernes que pasa. A la vez ama y
detesta como el hombre de dos almas y en el
turno que le dieron agobia y abate o alza.  
Calla, para, estás rendido como está rendida mi
alma. Viento patagón, la hierba que tú hostigas
nunca matas. Hierba al Norte, al Sur, al Este,
y la oveja atarantada que la canta y que la
mata.   Hierba inmensa y desvalida, sólo
silencio y espaldas, palpitador reino
vivo, Patagonia verde o blanca, con un viento de
blasfemia y compunción cuando calla, patria que
alabo con llanto.   Verde patria que me llama con
largo silencio de ángel
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y una infinita plegaria y un grito que
todavía escuchan mi cuerpo y mi alma.   (Del
libro Poema de Chile)
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RONDA DE LOS COLORES
Azul loco y verde loco del lino en rama y en
flor. Mareando de oleadas baila el lindo
azuleador.   Cuando el azul se deshoja, sigue
el verde danzador verde-trébol, verde-oliva y
el gayo verde-limón.   Vaya hermosura!
Vaya el Color!   Rojo manso y rojo bravo rosa
y clavel reventón. Cuando los verdes se rinden,
él salta como un campeón.   Bailan uno tras el
otro, no se sabe cuál mejor, y los rojos bailan
tanto que se queman en su ardor.   Vaya
locura! Vaya el Color!   El amarillo se
viene grande y lleno de fervor y le abren paso
todos como viendo a Agamenón. A lo humano y lo
divino baila el santo resplandor
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aromas gajos dorados y el azafrán volador.  
Vaya delirio! Vaya el Color!   Y por fin
se van siguiendo al pavo-real del sol, que los
recoge y los lleva como un padre o un ladrón.
  Mano a mano con nosotros todos eran, ya no
son El cuento del mundo muere al morir el
Contador! Ternura (1924) Rondas
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INTERROGACIONES
Cómo quedan, Señor, durmiendo los suicidas? Un
cuajo entre la boca, las dos sienes vaciadas,
las lunas de los ojos albas y engrandecidas,
hacia un ancla invisible las manos orientadas?
  O Tú llegas después que los hombres se han
ido, y les bajas el párpado sobre el ojo cegado,
acomodas las vísceras sin dolor y sin ruido y
entrecruzas las manos sobre el pecho callado?
  El rosal que los vivos riegan sobre su huesa
no le pinta a sus rosas unas formas de heridas?
No tiene acre el olor, sombría la belleza y
las frondas menguadas de serpientes tejidas? Y
responde, Señor Cuando se fuga el alma por la
mojada puerta de las largas heridas, entra en
la zona tuya hendiendo el aire en calma o se oye
un crepitar de alas enloquecidas?   Angosto
cerco lívido se aprieta en torno suyo? El éter
es un campo de monstruos florecido? En el pavor
no aciertan ni con el nombre tuyo? O van
gritando sobre tu corazón dormido?
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No hay un rayo de sol que los alcance un día?
No hay agua que los lave de sus estigmas rojos?
Para ellos solamente queda tu entraña fría,
sordo tu oído fino y apretados tus ojos?   Tal
el hombre asegura, por error o malicia mas yo,
que te he gustado, como un vino, Señor, mientras
los otros siguen llamándote Justicia, no te
llamaré nunca otra cosa que Amor!   Yo sé que
como el hombre fue siempre zarpa dura la
catarata, vértigo aspereza, la sierra. Tú eres
el vaso donde se esponjan de dulzura los
nectarios de todos los huertos de la Tierra!  
Desolación (1922) Dolor
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EL PAPAGAYO   El papagayo verde y amarillo,
el papagayo verde y azafrán, me dijo fea con
su habla gangosa y con su pico que es de
Satanás.   Yo no soy fea, que si fuese fea, fea
es mi madre parecida al sol, fea la luz en que
mira mi madre y feo el viento en que pone su
voz, y fea el agua en que cae su cuerpo y feo el
mundo y El que lo crió.   El papagayo verde y
amarillo el papagayo verde y tornasol, me dijo
fea porque no ha comido y el pan con vino se
lo llevo yo, que ya me voy cansando de mirarlo
siempre colgado y siempre tornasol.   (Del
libro Ternura)  
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LA EXTRANJERA   A Francis de De
Miomandre   Habla con dejo de sus mares
bárbaros, con no sé qué algas y no sé qué
arenas reza oración a dios sin bulto y peso,
envejecida como si muriera. En huerto nuestro
que nos hizo extraño, ha puesto cactus y
zarpadas hierbas. Alienta del resuello del
desierto y ha amado con pasión de que blanquea,
que nunca cuenta y que si nos contase sería
como el mapa de otra estrella. Vivirá entre
nosotros ochenta años, pero siempre será como si
llega, hablando lengua que jadea y gime y que
le entienden sólo bestezuelas. Y va a morirse en
medio de nosotros, en una noche en la que más
padezca, con sólo su destino por almohada, de
una muerte callada y extranjera.   (Del libro
Tala)  
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LA FUGA  Madre mía, en el sueño ando por
paisajes cardenosos un monte negro que se
contornea siempre, para alcanzar el otro monte
y en el que sigue estás tú vagamente, pero
siempre hay otro monte redondo que circundar,
para pagar el paso al monte de tu gozo y de mi
gozo.   Mas, a trechos tú misma vas haciendo el
camino de burlas y de expolio. Vamos las dos
sintiéndonos, sabiéndonos, mas no podemos vernos
en los ojos, y no podemos trocarnos palabra,
cual la Eurídice y el Orfeo solos, las dos
cumpliendo un voto o un castigo, ambas con pies
y con acento rotos.   Pero a veces no vas al lado
mío te llevo en mí, en un peso angustioso y
amoroso a la vez, como pobre hijo galeoto a su
padre galeoto, y hay que enhebrar los cerros
repetidos, sin decir el secreto doloroso  
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que yo te llevo hurtada a dioses crueles y que
vamos a un Dios que es de nosotros.   Y otras
veces ni estás cerro adelante, ni vas conmigo,
ni vas en mi soplo te has disuelto con niebla en
las montañas, te has cedido al paisaje
cardenoso. Y me das unas voces de sarcasmo
desde tres puntos, y en dolor me rompo, porque
mi cuerpo es uno, el que me diste, y tú eres un
agua de cien ojos, y eres un paisaje de mil
brazos, nunca más lo que son los amorosos un
pecho vivo sobre un pecho vivo, nudo de bronce
ablandado en sollozo.   Y nunca estamos, nunca
nos quedamos, como dicen que quedan los
gloriosos,
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delante de su Dios, en dos anillos de luz, o en
dos medallones absortos, ensartados en un rayo
de gloria o acostados en un cauce de oro.   O te
busco, y no sabes que te busco, o vas conmigo, y
no te veo el rostro o en mi tú vas, en terrible
convenio, sin responderme con tu cuerpo
sordo, siempre por el rosario de los cerros, que
cobran sangre por entregar gozo, y hacen danzar
en torno a cada uno, hasta el momento de la sien
ardiendo, del cascabel de la antigua demencia y
de la trampa en el vórtice rojo!   (Del libro
Tala)
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RONDA DE SEGADORAS   Columpiamos el santo
perfil del pan, voleando la espiga de
Canaán.   Los brazos segadores se vienen y se
van. La tierra de Argentina tiembla de pan.   A
pan segado huele el pecho del jayán a pan su
padrenuestro, su sangre a pan.   Alcanza a la
cintura el trigo capitán. Los brazos segadores
los lame el pan.   El silbo de las hoces es
único refrán, y el fuego de las hoces no quema al
pan.  
Matamos a la muerte que baja en
gavilán, braceando y cantando la ola del
pan.   (Del libro Ternura)
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ARROLLO ELQUINO
En la falda yo me tengo una cosa de pasmar niña
de algodón en rama, copo de desbaratar,
cabellitos de vilanos y bracitos sin
cuajar.   Vienen gentes de Paihuano y el
mismísimo Coguaz por llevarse novedades en su
lengua lenguaraz.   Y no tiene todavía la que
llegan a buscar ni bautismo que le valga ni su
nombre de vocear.  
Tanta gente y caballada en el patio y el corral
por un bulto con un llanto, y una faja, y un
puñal.   Elquinada novedosa, resonando de metal
que se sienten en redondo como en era de
trillar.   Que la miren embobados, ojos vienen y
ojos van y le pongan en hileras pasas, queso,
uvate, sal.   Y después que la respiren
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y la toquen como el pan, que se vuelvan y nos
dejen en compaña y soledad.   Con las lunas de
milagro, con los cerros de metal, con las
luces, y las sombras, y las nieblas de
soñar.   Me la tengo todavía siete años de
encañar. Madre mía, me la tengo de tornearía y
rematar!   Ah!, ah!, ah!, viejo torno de
girar! Siete años todavía gira, gira y girarás!
Ah!, ah!, ah!, viejo torno de girar! Siete
años todavía gira, gira y girarás!   (Del libro
Ternura)
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SONETOS DE LA MUERTE
I Del nicho helado en que los hombres te
pusieron, te bajaré a la tierra humilde y
soleada. Que he de dormirme en ella los hombres
no supieron, y que hemos de soñar sobre la misma
almohada.   Te acostaré en la tierra soleada con
una dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna al
recibir tu cuerpo de niño dolorido.   Luego iré
espolvoreando tierra y polvo de rosas, y en la
azulada y leve polvareda de luna, los despojos
livianos irán quedando presos.   Me alejaré
cantando mis venganzas hermosas,
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porque a ese hondor recóndito la mano de
ninguna bajará a disputarme tu puñado de
huesos!   II   Este largo cansancio se hará mayor
un día, y el alma dirá al cuerpo que no quiere
seguir arrastrando su masa por la rosada vía,
por donde van los hombres, contentos de
vivir.   Sentirás que a tu lado cavan
briosamente, que otra dormida llega a la quieta
ciudad. Esperaré que me hayan cubierto
totalmente... y después hablaremos por una
eternidad!   Sólo entonces sabrás el por qué no
madura para las hondas huesas tu carne todavía,
tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir. Se
hará luz en la zona de los sinos, oscura sabrás
que en nuestra alianza signo de astros había y,
roto el pacto enorme, tenías que
morir.   III   Malas manos tomaron tu vida desde
el día en que, a una señal de astros, dejara su
plantel
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en que, a una señal de astros, dejara su
plantel nevado de azucenas. En gozo florecía.
Malas manos entraron trágicamente en él...   Y
yo dije al Señor Por las sendas mortales le
llevan. Sombra amada que no saben guiar!
Arráncalo, Señor, a esas manos fatales o le
hundes en el largo sueño que sabes dar!   No le
puedo gritar, no le puedo seguir! Su barca
empuja un negro viento de tempestad. Retórnalo a
mis brazos o le siegas en flor.   Se detuvo la
barca rosa de su vivir... Que no sé del amor,
que no tuve piedad? Tú, que vas a juzgarme, lo
comprendes, Señor?   (Tomado del libro
Desolación)
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TODAS HÍBAMOS A SER REINAS
y batas claras de percal, persiguiendo tordos
huidos en la sombra del higueral.   De los
cuatro reinos, decíamos, indudables como el
Korán, que por grandes y por cabales
alcanzarían hasta el mar.   Cuatro esposos
desposarían, por el tiempo de desposar, y eran
reyes y cantadores como David, rey de Judá.   Y
de ser grandes nuestros reinos, ellos tendrían,
sin faltar,
Todas íbamos a ser reinas, de cuatro reinos
sobre el mar Rosalía con Efigenia y Lucila con
Soledad.   En el Valle de Elqui, ceñido de cien
montañas o de más, que como ofrendas o tributos
arden en rojo y azafrán.   Lo decíamos
embriagadas, y lo tuvimos por verdad, que
seríamos todas reinas y llegaríamos al mar.   Con
las trenzas de los siete años,
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mares verdes, mares de algas, y el ave loca del
faisán.   Y de tener todos los frutos, árbol de
leche, árbol del pan, el guayacán no cortaríamos
ni morderíamos metal.   Todas íbamos a ser
reinas, y de verídico reinar pero ninguna ha
sido reina ni en Arauco ni en Copán.   Rosalía
besó marino ya desposado con el mar, y al
besador, en las Guaitecas, se lo comió la
tempestad.  
Soledad crió siete hermanos y su sangre dejó en
su pan, y sus ojos quedaron negros de no haber
visto nunca el mar.   En las viñas de
Montegrande, con su puro seno candeal, mece los
hijos de otras reinas y los suyos no
mecerá.   Efigenia cruzó extranjero en las
rutas, y sin hablar, le siguió, sin saberle
nombre, porque el hombre parece el mar.   Y
Lucila, que hablaba a río, a montaña y
cañaveral en las lunas de la locura
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recibió reino de verdad.   En las nubes contó
diez hijos y en los salares su reinar, en los
ríos ha visto esposos y su manto en la
tempestad.   Pero en el Valle de Elqui, donde
son cien montañas o son más, cantan las otras
que vinieron y las que vienen cantaran   En
la tierra seremos reinas, y de verídico reinar, y
siendo grandes nuestros reinos, llegaremos todas
al mar.   (Del libro Tala)
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LA MAESTRA RURAL   A Federico de Onís   La
Maestra era pura. Los suaves hortelanos, decía,
de este predio, que es predio de Jesús han de
conservar puros los ojos y las manos, guardar
claros sus óleos, para dar clara luz.   La
Maestra era pobre. Su reino no es humano. (Así
en el doloroso sembrador de Israel.) Vestía
sayas pardas, no enjoyaba su mano y era todo su
espíritu un inmenso joyel!   La Maestra era
alegre. Pobre mujer herida! Su sonrisa fue un
modo de llorar con bondad. Por sobre la sandalia
rota y enrojecida, tal sonrisa, la insigne flor
de su santidad.   Dulce ser! En su río de
mieles, caudaloso, largamente abrevaba sus
tigres el dolor. Los hierros que le abrieron el
pecho generoso más anchas le dejaron las
cuencas del amor! Oh, labriego, cuyo hijo de
su labio aprendía
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el himno y la plegaria, nunca viste el fulgor
del lucero cautivo que en sus carnes
ardía pasaste sin besar su corazón en
flor!   Campesina, recuerdas que alguna vez
prendiste su nombre a un comentario brutal o
baladí? Cien veces la miraste, ninguna vez la
viste y en el solar de tu hijo, de ella hay más
que de ti!   Pasó por él su fina, su delicada
esteva, abriendo surcos donde alojar perfección.
La albada de virtudes de que lento se nieva es
suya. Campesina, no le pides perdón?   Daba
sombra por una selva su encina hendida el día en
que la muerte la convidó a partir. Pensando en
que su madre la esperaba dormida a La de Ojos
Profundos se dio sin resistir. Y en su Dios se
ha dormido, como en cojín de luna almohada de
sus sienes, una constelación canta el Padre
para ella sus canciones de cuna y la paz llueve
largo sobre su corazón!   Como un henchido vaso,
traía el alma hecha para volcar aljófares sobre
la humanidad y era su vida humana la dilatada
brecha
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que suele abrirse el Padre para echar
claridad.   Por eso aún el polvo de sus huesos
sustenta púrpura de rosales de violento llamear.
Y el cuidador de tumbas, cómo aroma, me cuenta,
las plantas del que huella sus huesos, al
pasar!   (Tomado del libro Desolación)
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