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Cuaresma

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En cada misa, despu s de la consagraci n, decimos lo que sintetiza la fe cristiana: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrecci n. Ven, Se or Jes s ... – PowerPoint PPT presentation

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Title: Cuaresma


1
(No Transcript)
2
En cada misa, después de la consagración, decimos
lo que sintetiza la fe cristiana Anunciamos tu
muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor
Jesús! El Misterio Pascual es el culmen de la
misión de Jesús y la clave para descubrir la
verdad de la vida humana.
3
En la oración de Jesús después de la institución
de la Eucaristía, dice Padre, ha llegado la
hora glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te dé
gloria (Jn 17,1). La hora de que habla es la
hora de su muerte que será glorificada por la
manifestación esplendorosa del ser Dios y de él
mismo.
4
Ante todo que acepta voluntariamente su muerte,
sin resistencia. De una manera pacífica, lúcida
y serena porque contempla su muerte no como un
final traumático que acaba con su persona y su
misión, sino como la culminación de todo lo que
ha sido.
5
Para él la muerte es la manifestación plena del
sentido y razón de ser de toda su vida. Vida y
muerte nacen de un mismo acto de amor por el que
Jesús quiere rehacer la amistad entre Dios y el
hombre.
6
El objetivo fundamental de toda su vida había
sido cumplir la voluntad del Padre Mi comida
es hacer la voluntad del que me envió y realizar
su obra (Jn 4,34). Y la aceptación de su muerte
es el sí definitivo a esa voluntad.
7
En la oración del huerto, con sudores de sangre,
Jesús dice No se haga mi voluntad, sino la
tuya (Mt 26,39). Y la voluntad de Dios es su
sacrificio en manos de los pecadores para
obtenernos la vida eterna (Jn 3,16 Rom 8, 32).
La entrega de Jesús es, pues, la manifestación
suprema del amor de Dios.
8
En una palabra, en la muerte de Jesús se
manifiesta que Dios es amor. Y por eso es el
momento supremo en que la gloria de Dios aparece
en toda su luminosidad y potencia. Dios nos
descubre su ser demostrándonos que es capaz de
morir en Jesús por nosotros.
9
Esta actitud de servicio y de entrega que nace
del amor, se manifiesta en todos los momentos de
la vida de Jesús. Él sabe que el amor exige dar
la vida (Jn 15,13) amando al extremo (Jn 13,1).
En este amor extremo se revela la belleza y la
gloria del amor de Cristo al mundo.
10
Los evangelistas introducen en estos últimos
acontecimientos dos escenas sobre el dar y
recibir de Jesús. La primera es el lavatorio de
los pies, gesto en el que Jesús nos indica una
actitud de servicio y humildad hacia la
humanidad para demostrarnos que el oficio de
esclavos nos hace dignos de sentarnos a la mesa
como hijos de Dios.
11
La otra escena es la unción en Betania ( Jn
12,1-11). María derrocha un gran capital
derramando un perfume costoso sobre la cabeza de
Jesús. Los calculadores protestan. Pero Jesús
acepta el regalo porque es la respuesta de quien
ha comprendido que todo es poco para agradecer a
quien lo ha dado todo por nuestra salvación.
12
Con la libertad propia de un hombre que viene de
Dios, Jesús se coloca por encima de la Ley y
privilegiando al amor. Anuncia a un Dios Padre,
abierto a todos los hombres, incluso a los
extranjeros y pecadores, con lo que está
rechazando el carácter privilegiado del pueblo
judío y de su alianza con Yahvé. Predica que se
acerca el Reino de Dios, pero no como un juicio
para paganos y pecadores, sino como una buena
noticia de perdón y de gracia.
13
Se presenta como superior a Moisés, a quien
corrige en varias ocasiones. Más aún, se coloca
en un plano de igualdad con Dios, a quien llama
mi Padre en un sentido exclusivo, que el
monoteísmo judío no podía aceptar. Se entiende
el rechazo de las autoridades religiosas del
judaísmo y su acusación de blasfemia.
14
El pueblo esperaba que condujera a Israel hacia
la destrucción del imperialismo romano pero como
la actuación de Jesús es independiente del orden
socio-político de Roma ya que trata de establecer
un Reino interior mucho mayor y espiritual que
es el Reino de Dios, se sienten de defraudados
por no ser subversivo, y los dirigentes le
acusan ante Pilato de subversión para lograr su
condena.
15
Pero, la muerte de Jesús tiene un significado más
profundo. No se trata solamente de la muerte
injusta de un inocente. Porque Jesús no es un
hombre más. Los evangelistas nos cuentan una
serie de hechos extraordinarios que se produjeron
al morir Jesús el velo del templo se rasgó, la
tierra se oscureció y tembló, se abrieron muchos
sepulcros. Había muerto algo más que un hombre.
16
Impresiona la enorme confabulación que lleva a
esta muerte todos contra Jesús. Los discípulos
lo traicionan o lo abandonan. Las autoridades
religiosas utilizan todos los medios para hacerlo
desaparecer. El poder romano, tan orgulloso de
su justicia, perpetra la gran injusticia. El
pueblo, al que tanto amó y favoreció Jesús, grita
con locura ciega Crucifícale. Hasta los
transeúntes se burlan de él porque es incapaz de
salvarse a sí mismo.
17
Toda la humanidad (cristianos, judíos y paganos)
está implicada en la muerte de Jesús. Y es que
en la cruz se revela hasta dónde puede llegar el
pecado del mundo hasta querer eliminar a Dios.
18
Pero también en la cruz se revela la respuesta de
Dios al pecado del mundo. Jesús muere diciendo
Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen
(Lc 23,34). La misma cruz, que revela el poder
del pecado, se ha convertido en fuente de donde
brotan las palabras de perdón. La lógica de Dios
no es la lógica del mundo cuando mayor ha sido
el pecado del mundo, con más claridad nos ha
manifestado Dios su disponibilidad para el
perdón.
19
Bastan una mirada de fe al crucificado y una
breve súplica para que Jesús abra al ladrón
arrepentido las puertas del paraíso (Lc
23,29-43).
20
Por eso la cruz comenzó inmediatamente a producir
sus frutos. El centurión que mandaba el piquete
de ejecución, al ver cómo había expirado Jesús,
exclamó Verdaderamente este hombre era Hijo de
Dios (Mc 15,39). La muchedumbre que había
acudido al espectáculo, al ver lo que pasaba,
se volvieron golpeándose el pecho (Lc 23,48).
21
El fruto de la cruz es el arrepentimiento, que
nace de una mirada de fe y amor a Cristo, y la
nueva vida que brota del costado abierto del
Salvador. (Jn 19,34). Sangre y agua son dos
símbolos de vida. De Cristo nace una nueva vida.
Y esa vida va a llegar a nosotros a través de
dos grandes sacramentos el Bautismo (el agua) y
la Eucaristía (la sangre).
22
Jesús instituyó la Eucaristía la noche antes de
su muerte. Con aquel gesto quería decir No me
quitan la vida, sino que la entrego
voluntariamente (Jn 10,18). En la última cena
con los discípulos, Jesús distribuyó su cuerpo y
su sangre, es decir, su propia existencia
terrena, entregándose a sí mismo.
23
Jesús asumió anticipadamente su muerte y la
transformó en un acto de amor, una anticipación
de la cruz y de esta transformación de la muerte
violenta en sacrificio voluntario brotó la
salvación. La Eucaristía nos enseña que en la
muerte de Cristo su amor al mundo es más fuerte
que el pecado del hombre, y que este amor salva
al mundo.
24
La última cena y la cruz constituyen el único e
indivisible origen de la Eucaristía. Porque la
muerte en la cruz, sin el acto de amor infinito
expresado en la cena, sería una muerte vacía, sin
fuerza de salvación. Y la cena, si no hubiera
culminado en la muerte, sería un gesto despojado
de autenticidad y de verdad.
25
Cuando reproducimos, el gesto y las palabras de
Cristo en la última cena, se vuelve a hacer
presente en nosotros la entrega amorosa de Cristo
en la cruz y se nos aplican sus frutos para ir
transformando nuestra vida hasta alcanzar la
plenitud definitiva. Como canta la antífona de
Tomás de Aquino Oh sagrado banquete, en que
Cristo es nuestro alimento. Se renueva la memoria
de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos
da una prenda de la gloria futura.
26
Pero el Haced esto en memoria mía también nos
invita a ofrecer a Jesús con amor, todo lo que
somos y hacemos porque en la Eucaristía, el
sacrificio de Cristo es también el sacrificio de
los miembros de su Cuerpo. De este modo, la
Eucaristía hace la Iglesia y nos hace a cada uno,
discípulos de Cristo.
27
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